Chimpancés con máquinas de escribir
Que el mundo existe, está claro; y también el hombre con él. Pero ¿cómo ha surgido? ¿Se debe a un acto inteligentemente planificado o a un puro azar?
Las teorías que se inclinan por el azar, advierten que se ha de contar con ingentes cantidades de tiempo para que al azar “le dé tiempo” de combinar todos los elementos que darían lugar al Universo. Claro que antes tendrían que existir “los elementos” combinables y que todavía no formarían un mundo. ¿Cómo surgirían esos elementos previos? También por azar, diría la teoría aludida. ¿Y el tiempo, en cuyo curso quedarían tales elementos combinados? También por azar. Todo por azar, elementos iniciales, tiempo necesario, mundo y hombre. A principios del siglo XX el astrónomo Arthur Eddington propuso, para ilustrar la teoría del azar, un ejemplo: si cien mil chimpancés se pasaran tecleando al acaso una máquina de escribir durante un tiempo muy amplio, acabarían escribiendo las obras del Museo Británico.
Pero ocurre que en la actualidad, los matemáticos cuentan con potentes ordenadores capaces de abrir y seguir el ámbito de lo probable. Es interesante lo que dice el matemático Michael Starbird, un experto en teoría de las probabilidades. Supongamos que hay mil millones de chimpancés tecleando al azar una vez por segundo una combinación de 18 letras durante 13.700 millones de años —desde el inicio del Universo—: ¿Qué probabilidad habría para que en el momento actual surgiera por acaso la primera frase del Quijote “En un lugar de la Mancha”? Sería una entre mil millones. Algo enormemente improbable. ¡Cuánta menos probabilidad habrá para que surja por azar la complejidad maravillosa del organismo humano!
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Es improbable la inexistencia de Dios
Es matemáticamente incomprensible una evolución ciega, por azar, suponiendo solamente la combinación de elementos y mutaciones al acaso. Tendríamos que contar con una cantidad cien mil veces mayor del tiempo ya transcurrido para el surgimiento de media página del Quijote, tecleada por mil millones de chimpancés. Pero ese tiempo no ha existido. El matemático Antony Flew, inicialmente ateo, en 2004 acabó diciendo que los resultados obtenidos mediante los complejos análisis de probabilidades en proyecciones informáticas hechas con ayuda de computadoras permiten deducir con evidencia que si no hay una inteligencia divina que pone en marcha, o crea, las partes y el todo del Universo, queda absolutamente inexplicada la existencia misma del hombre. Su libro se titula There Is a God. En él no se plantea el problema de la inmortalidad. Pero en lo relativo a la existencia misma del mundo por creación, sus datos son elocuentes.
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