Carácter científico de la historia
Para Vico, el hombre tiene perfecto conocimiento de algo cuando construye mentalmente el sistema de sus notas y relaciones: hacer una cosa es el criterio más claro de la verdad de esa cosa. El relojero que construye un reloj hace la verdad íntegra de ese reloj. En tal sentido dice Vico que “lo verdadero es lo hecho”: verum ipsum factum. Pero, ¿puede el hombre conocer constructivamente todas las cosas? Sólo aquellas cuyos elementos se encuentren en su mente[1]. Aunque sea restrictivamente, la clave que nos permite descubrir el carácter científico de una disciplina es el principio verum–factum, el cual responde a la capacidad de poseer críticamente la verdad del objeto.
Siguiendo este criterio, aparecen tres planos de objetos: uno matemático o geométrico, que es ideal, donde el espíritu humano es plenamente sabedor, pues puede producir creadoramente; otro, físico, el de la naturaleza real, en el que no puede construir plenamente y del que, por lo tanto, no hay ciencia estricta; otro, en fin, cultural, el de las producciones históricas, que son también reales, pero que, por su carácter social y por estar hechas creadoramente por el hombre, no están tan alejadas del conocimiento pleno como las naturalezas físicas.
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El nivel de la Matemática
El espíritu humano es plenamente configurador y constructivo en las Matemáticas; ello se ve especialmente en la Geometría, donde la demostración es la proyección genética de la figura; en tal producción el pensamiento es rigurosamente exacto, ya que los elementos de la figura son los mismos elementos del pensamiento. En Matemáticas, las demostraciones son enteramente causas de los efectos que producen[2]. Vico se enfrenta a una opinión común, según la cual la Aritmética y la Geometría no parten de las causas en sus demostraciones; a lo que el napolitano responde:
“Ellas son disciplinas que suministran una prueba a partir de las causas. Y si prueban a partir de éstas, es porque la mente humana contiene los elementos de la verdad y puede, por eso, ordenarlos y componerlos. De estos elementos ordenados y compuestos destaca la verdad que ellas prueban. De modo que vienen a convertir esta demostración en el acto de obrar, es decir, lo verdadero en lo hecho”[3].
Mas lo que la Matemática tiene de exacta y rigurosa, lo tiene también de convencional y abstracta[4]. El punto dibujado y la unidad multiplicada son sólo ficciones. Sin embargo, contando con ese ámbito convencional, el hombre parte del punto y de la unidad y avanza indefinidamente, aunque dentro de sus propios límites mentales, creando un mundo de formas y números[5]. Lo cual significa propiamente que en Matemáticas el hombre procede sólo “a semejanza” de un creador y no, en términos rigurosos, igual que un creador. En Matemáticas el hombre es a lo sumo artesano, capaz de componer cadenas de elementos. Lo común a todas las ciencias factivas es que proceden mediante una generación mental. Pero de una manera particular, en la Matemática posee la mente el objeto no sólo como término, sino también como resultado, situación que no todas las ciencias comparten.
Por ser resultado, el objeto matemático implica la coincidencia de la verdad con la exactitud. Mas la consistencia del objeto matemático no se reduce a su existencia interna como objeto pensado por la mente, pues hay en él también una dimensión ontológica que el platonismo de Vico requiere y por la que dicho objeto es visto como participación de un ámbito metafísico. El exige que todo conocimiento, para ser verdadero, tiene que ser necesariamente objetivo.
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El nivel de la Física
El nivel propio de las Matemáticas se entiende aún mejor si lo comparamos con el de la Física. La naturaleza física no puede ser aprehendida por el hombre con un pensamiento exacto, puesto que él no hace las cosas de la naturaleza: y al no hacerlas, tampoco puede conocerlas con adecuación genética –de la verdad y lo hecho–, criterio éste de todo saber. Tampoco puede conocer el hombre su propia naturaleza, ya que toda realidad es conocida tan sólo por quien la ha hecho.
“Demostramos las cosas geométricas porque las hacemos; si pudiésemos demostrar las físicas, las haríamos. Sólo en Dios son verdaderas las formas de las cosas, ya que sobre ellas es modelada la naturaleza de las cosas mismas”[6].
De ahí que el “pienso, luego soy” cartesiano sea mera conciencia o constatación del existir y no ciencia del propio ser, ni demostración de la esencia. El hombre conoce la naturaleza en la medida en que se procura por tanteos los elementos de las cosas y con ellos las reconstruye en imagen.
“En virtud de que los elementos de las cosas naturales están fuera de nosotros, es imposible probar los hechos físicos por las causas”[7].
Vico ilustra esta situación haciendo una comparación geométrica sencilla entre el relieve del volumen y la silueta del plano, o entre la imagen sólida y la imagen plana: la primera representa la verdad que puede ser lograda únicamente por un espíritu absoluto; sólo la segunda estaría en poder del espíritu contingente[8].
El físico no abarca desde el interior las cosas, porque no hace los objetos físicos, sino que se los encuentra ya hechos: sólo puede pensarlos desde el exterior, componiendo y descomponiendo. Carece, pues, de aquella fuerza operativa creadora que sólo se halla en el espíritu absoluto; éste, cuando conoce, se conduce como un fisiólogo, sabedor de la funcionalidad orgánica. El espíritu contingente, en cambio, se comporta en su conocimiento como un anatómico, alejado de la interioridad operativa del organismo[9].
En la interpretación que Vico hace del saber físico, es de capital importancia el papel mediador de la Matemática. Papel que es preciso comprender desde una visión general de todas las disciplinas del orden del saber, comenzando por la metafísica.
La metafísica es para Vico la fuente de toda verdad: “de ella deriva a todas las otras ciencias”[10]. Entre el conjunto de las ciencias, hay unas que están más próximas a la verdad que otras: tales son la Geometría, la Aritmética y la Mecánica, en las cuales “demostramos una verdad en la medida en que la hacemos; las cosas físicas, en cambio, son en la facultad de Dios”[11]. Las ciencias que están más cerca de la verdad son los eslabones más aptos para bajar a las demás; y así, de la metafísica se desciende a la física únicamente por las matemáticas. El punto geométrico es una semejanza de lo metafísico.
Cuando se propone conocer la realidad física, la mente finita ha de mantenerse fiel al criterio de la convertibilidad de lo verdadero con lo hecho; de manera que, por ser finita, tiene que plegarse a la superficie de las cosas, no pudiendo penetrar hasta la sustancia; y por ser mente, tiene que proyectar genéticamente los elementos que naturalmente posee y que están más cerca de la verdad, a saber, los matemáticos. De este modo el físico puede seguir diciendo que produce los objetos, mas no en su realidad propia y profunda, sino en su realidad superficial y aparente, justo por medio del “punto que se puede dibujar y del número que se puede multiplicar”[12], porque en este mundo de formas artificiales el hombre es como Dios: un dios superficial, claro está. El lado positivo de la Física reside en conocer por causas cuando se apoya en las Matemáticas, las cuales son las únicas ciencias humanas “que conocen por causas”[13]; su lado negativo consiste en que sólo conoce cosas abstractas o superficiales.
La creatividad humana perfecta se extiende tanto como el mundo de las abstracciones. Y de las Matemáticas, ciencias abstractas, debe aprender el filósofo la índole de la generación de las cosas[14]. El pleno verum humano es dado por las Matemáticas[15].
De aquí se comprende que lo físico sólo puede ser conocido cuando se matematiza. Vico ofrece una prueba de esto en el hecho de que los cartesianos, cuando buscan las verdades que deben servir de norma a otras, las toman de lo verdadero que es creado por nosotros mismos, o sea, de la Geometría y de la Aritmética, pues “para nosotros los hombres, las cosas que conciernen a la Física serán verdaderas cuando las hayamos creado”[16].
De aquí se desprende que no hay, para Vico, una “ciencia” llamada “Física”. Cuando de la Matemática se pasa al ámbito físico, la primera ciencia que tenemos es la “Mecánica”, o sea, la Matemática aplicada a las cosas físicas; ella recibe de la Matemática su estatuto científico: “pues en ellas demostramos una verdad porque la hacemos” [17]. Las Matemáticas otorgan estatuto científico a la Mecánica; pero también le dan una elevada abstracción ideal y, con ello, su separación de la realidad misma.
Al darse el objeto físico como apariencia o fenómeno, jamás puede el científico resolverlo en sus elementos esenciales, los cuales se le sustraen desde el principio; por lo cual tampoco puede reconstruirlo originariamente. La Física, como conocimiento del mundo en sí, es extracientífica, aunque no irracional: cae en el ámbito del tanteo referencial.
Ahora bien, de un lado Vico justifica la pretensión que Galileo tenía de establecer un conocimiento relacional y estructural de lo real, una comprensión de las leyes de la naturaleza en un ámbito fenoménico, distinto del campo metafísico de las esencias y sustancias. Mas, de otro lado, “aunque la Física se contenta con apariencias, las razones de éstas son conocidas por la Metafísica”[18]. La verdad y objetividad del campo físico tienen que estar garantizadas; por lo cual, se precisa de un órgano que refiera dichos fenómenos a sus orígenes y principios; de ahí la necesidad de una consideración filosófica vertida a la esencia y la sustancia. Esta última consideración no puede ser, sin embargo, autónoma: el hombre está prendido en las apariencias, y sólo desde ellas puede hablar acerca del ámbito metafísico, negando la idiosincrasia de aquéllas y elevándose en un proceso dialéctico y apofático, tan caro al neoplatonismo[19].
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El nivel de la historia como “ciencia”
Vico establece una jerarquía de las ciencias y de las artes apoyada, de un lado, en el platonismo (primacía de la realidad ideal sobre la realidad fáctica), y, de otro lado en el criterio genético (concepción operativa de la verdad). Por el influjo del platonismo afirma que las ciencias y las artes serán tanto más ciertas cuanto más separado esté su objeto de la realidad material. Las ciencias menos ciertas serían la moral y la física, alejadas como están de la Aritmética, que es la más cierta.
“La Mecánica será menos cierta que la Geometría y que la Aritmética, porque estudia el movimiento, pero con el auxilio de las máquinas; la Física es menos cierta que la Mecánica, porque la Mecánica completa el movimiento externo de la periferia, la Física, en cambio, el movimiento interior de los centros; es menos cierta la Moral que la Física, porque la Física estudia los movimientos internos de los cuerpos, que son producidos por la naturaleza, la cual es cierta, y la Moral escruta los movimientos de los ánimos, que son profundamente íntimos y, además, provienen de la esfera del deseo, que es indeterminada y caprichosa”[20].
Si para establecer una escala de las ciencias nos atuviésemos solamente a la tesis platónica, deberíamos afirmar que una ciencia de la historia –la cual ha de ocuparse forzosamente de los aspectos morales y políticos de la humanidad– carecería de certeza. Por eso algunos autores[21] han creído que la Scienza Nuova, en cuanto otorga a las disciplinas morales mayor certeza que a las otras, estaría en contradicción con lo expuesto por Vico en algunas obras anteriores, concretamente en De Antiquissima, de donde ha sido tomado el párrafo anterior. Porque efectivamente, en la Scienza Nuova se afirma taxativamente la primacía de la certeza del mundo histórico:
“Cuando quien hace las cosas se las cuenta a sí mismo, la historia es la más cierta. Así, esta Ciencia procede igual que la Geometría, la cual mientras construye o medita sobre sus elementos se construye el mundo de las dimensiones; pero con tanta más realidad cuando es mayor la que tienen las acciones humanas en relación con los puntos, líneas, superficies y volúmenes”[22].
Es preciso notar dos importantes aclaraciones que devuelven la armonía al planteamiento de Vico. La primera concierne al criterio genético; la segunda, al sentido cultural y social que en la Scienza Nuova tiene el objeto de la Historia.
Primeramente, en lo concerniente al criterio genético o a la concepción operativa de la verdad, y a propósito de las artes, Vico distingue ya en De Antiquissima, entre artes exactas y artes conjeturales, según que muestren o no los modos en que se hacen, e internamente dispongan o no de los elementos y prototipos de las cosas sometidas a sus operaciones. Entre las primeras se cuentan la pintura, la escultura y la arquitectura; entre las segundas, la oratoria, la medicina y la política[23]. Por su objeto (los productos culturales históricos) la Scienza Nuova tiene que ser asimilada a las artes “exactas”, porque opera sobre prototipos que la mente humana contiene dentro de sí y puede mostrar las guisas o los modos en que se hacen las objetivaciones culturales. El hombre no es arquitecto creador en ningún campo científico; a lo sumo es artesano en el mundo de las ficciones matemáticas y en el de las realidades de la Historia.
En segundo lugar, el objeto de la Historia no es el hombre individual, sino el hombre que, afectado por su constitución social, produce objetivaciones de tipo cultural. Estas creaciones en las que se objetiva no deben ser estudiadas naturalísticamente en sus raíces meramente individuales ligadas al temperamento y al carácter de cada cual; hay que referirlas a la índole social del hombre. O sea, el objeto de la Historia son las temporales objetivaciones humanas en cuanto determinadas socialmente; y por eso fustiga Vico a quienes consideran el hacer del hombre sólo “en el orden natural”, sin atender a su propiedad de “ser sociable”. Lo que a Vico le interesa es “la naturaleza sociable”, que es “la verdadera naturaleza civil del hombre”[24]. El mundo de los espíritus humanos es el civil o socio-cultural. La intención capital de Vico es conocer “a Dios providente en las cosas morales públicas, o sea, en las costumbres civiles”[25].
De no entender así la intención de Vico, la Historia o la Historiología propia de la Scienza Nuova sería una ciencia contradictoria e imposible, como argumenta Semerari[26]: 1º Si, según el criterio de adecuación genética, los hombres conocen la Historia porque la hacen, podemos preguntar por quién están hechos los hombres mismos. Como están creados por Dios, sólo El podría tener ciencia del hombre; mas el hombre, al no conocerse a sí mismo, tampoco podría conocer sus posibilidades operativas ni lo que de ellas resulta, la historia real. 2º Además, la naturaleza entra siempre en el hecho histórico, de un modo o de otro. Pero si la naturaleza entera, incluida la del hombre, es obra de Dios, al hombre le está vedado entender el hecho histórico, por no conocer la naturaleza, ingrediente indispensable de lo histórico.
En esta crítica a Vico late una confusión entre el individuo natural y el cultural. Ya a propósito de la noción clásica de ciencia, que es de lo universal y necesario, se ha repetido que no puede darse saber científico de lo individual, porque el individuo, como tal, es inefable. Por lo tanto –se prosigue en forma de objeción– la Historia no sería ciencia, porque trata precisamente de lo singular concreto.
Pero el caso es que el singular concreto estudiado por Vico no es un ser natural, sino cultural, producido por la libre acción humana, tenga éste carácter puntual (como la batalla de las Termópilas) o carácter global (como la República romana). Por eso el objeto propio de la Scienza Nuova es la naturaleza común de las naciones, vista a través de sus objetivaciones culturales.
¿Responde entonces la Historia a las exigencias científicas del verum–factum? Una disciplina es científica cuando cumple los dos requisitos siguientes: 1º Que conste de principios universales y necesarios o, dicho negativamente, que no sean particulares y contingentes. 2º Que su objeto sea construido mediante elementos que la mente tenga a su disposición, o sea, que responda al criterio de adecuación genética. La Historia cumple en efecto estos requisitos. Porque: 1º Tiene como principio universal y necesario la mente humana, cuyas modificaciones y manifestaciones investiga el historiador, a saber, los hechos humanos culturales que son expresión de valoraciones y sentimientos, de conceptos y juicios, de derecho y costumbres. 2º La Historia puede construir su objeto mediante esos elementos que la mente tiene en su poder.
No se trata de que el investigador haga la historia real o la existencia fáctica del objeto histórico, de manera que al hacer la verdad produzca el objeto en su existencia concreta, sino de que la piense; lo que él hace no es la historia como realidad, sino la historia como ciencia. Una cosa es la causalidad ontológica de la historia real y otra el reflejo mental y lógico de esa causalidad que el historiador construye. El proceso ontológico de constitución existencial no es el mismo que el proceso lógico de constitución científica. La génesis existencial y la génesis científica de la Historia son distintas; aunque aquélla se ofrezca como permanente fundamento ontológico de ésta. Podemos hacer mediatamente la Historia como ciencia porque hacemos inmediatamente la “historia” como realidad. La génesis que el historiador lleva a cabo es ideal y refleja; la facticidad de la historia es, en cambio, real y directa. Cuando la mente del historiador se pone a reflexionar encuentra analíticamente en su mente, en su misma individualidad cultural, los elementos con los que sintéticamente va a construir el relato histórico, conociéndolo así de una manera necesaria y universal en sus causas y en sus elementos.
De esta manera, la Historia como ciencia es superior tanto a la Física como a la Matemática.
Superior a la Física por dos motivos. En primer lugar, porque posee en totalidad las estructuras que, como elementos de la mente, van a integrar su objeto, cosa que la Física no comparte, dado que ésta solamente está en posesión parcial de sus elementos. En segundo lugar, porque la naturaleza del mundo civil es de algún modo interna a la mente humana, por cuanto surge de ésta, mientras que la naturaleza del mundo físico es externa a aquélla, siendo su existencia efectiva sospechosa y dubitable, pues a la mente se le escapa su origen. Como se puede comprender, el “mundo civil” se diferencia del “mundo natural” en que aquél “ha sido hecho ciertamente por los hombres”[27], aunque con la intervención de Dios; mientras que el “mundo natural” está hecho y gobernado sólo por Dios. De suerte que para entender el “mundo civil” no hay más remedio que tomar en consideración la estructura de la mente humana que lo posibilita.
Es también la Historia superior a la Matemática, porque no se mueve, como ésta, en el ámbito ideal y abstracto, sino en el de lo real, quedando así referida ontológicamente a un plano previo y superior al de la Matemática[28].
En virtud de que la mente posee los elementos y principios fundamentales que enhebran el curso histórico, puede la Historia, como ciencia, conocer dicho curso. En este caso el historiador hace la Historia en el acto de conocerla, aproximándose así al nivel apodíctico del matemático y alejándose del nivel problemático del físico. Con éste coincide sólo por referirse a lo existente concreto; pero difiere de él por tener lo existente no postulatoriamente, sino fáctica y presencialmente. Un intento similar al de Vico ha sido hecho por Ortega y Gasset cuando contrapone la razón físico-matemática (atada a los fenómenos y perdida en el juego de las hipótesis) a la razón histórica, la cual nos abre a la realidad y a la vida.
En síntesis, el discurso de Vico es el siguiente: la mente humana tiene una estructura precisa que funciona en el tiempo mediante facultades cognoscitivas y volitivas permanentes; luego si observamos el despliegue de las facultades podremos comprender la estructura y la articulación de la historia. Sólo desde el punto de vista de las facultades que integran la mente humana (como sentidos, imaginación, intelecto) puede entenderse plenamente el aserto viquiano de que “el mundo histórico ha sido hecho seguramente por los hombres; y por consiguiente se debe encontrar su esencia en las modificaciones de nuestro espíritu”[29].
Tal aseveración debe tomarse insertada en su contexto. Tomada ilimitada o absolutamente, como lo hace el historicismo contemporáneo, la tesis de que “los hombres hacen la historia” implicaría que ellos pueden (y deben) también modificar ilimitadamente el mundo histórico: no habría una regla objetiva que en el pasado, en el presente y en el futuro diera perfil estructural estable al acontecer histórico. Pero el objeto histórico no contiene primordialmente al hombre y por tanto, a la mente o espíritu, como sustancia individual física o metafísica, sino como producto y creación de su propia acción: el hombre como ser o sustancia sólo es conocido por Dios propiamente y es “adivinado” por la Metafísica.
Sólo cuando quedan analizados estos elementos epistemológicos (intelectuales y reflexivos) de la teoría viquiana, podría proseguirse el análisis de los demás aspectos de su historiología.
[1] AS 262.
[2] 1R 316.
[3] AS 267.
[4] AS 253.
[5] AS 253.
[6] SR 184.
[7] AS 267.
[8] AS 249.
[9] AS 251.
[10] AS 270.
[11] AS 293.
[12] AS 253.
[13] AS 267.
[14] 2R 335.
[15] 1R 314.
[16] AS 304.
[17] AS 293.
[18] 1R 320.
[19] AS 271.
[20] AS 254-255.
[21] Fausto Nicolini, Opere di Vico, Ricciardi, Milano, 1953, nota 1 de la pág. 255.
[22] SN § 349.
[23] AS 262.
[24] SN § 2.
[25] SN § 5.
[26] G. Semerari, “Intorno all’anticartesianesimo di Vico”, en Omaggio a Vico (193-231), p. 222.
[27] SN § 331.
[28] SN § 349.
[29] SN § 331.
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