Modificación genética
Ella era rubia y tuvo tres novios. Decidió tener un hijo… de los tres. Consiguió el esperma de todos ellos y lo entregó a un centro de fecundación artificial para que seleccionara genéticamente los ojos verdes del primero, la musculatura del segundo y la voz del tercero. Es un decir. Pero esta técnica de mescolanzas ha sido llamada “modificación genética”, o sea, modificación de la línea germinal del ADN cromosómico que puede pasar a las generaciones futuras. En el Reino Unido la cosa va en serio; y ya ha penetrado ampliamente la idea de un hijo que, previa una genetic modification, tiene tres o más padres.
Ya sé, ya sé que la ciencia no está todavía a la altura de lo que algunos pretenden. Y que la naturaleza no permitirá ensayos genéticos viciados. Pero es que tampoco muchos científicos están a la altura de lo que la ciencia debe proporcionar, aunque cuenten con un desorbitado presupuesto económico.
Tengo la convicción de que las técnicas de reproducción asistida se han salido de madre y de padre. Ya no basta que dos personas, varón y hembra, busquen con su correspondiente carga genética dar la vida a un tercero, el hijo. Ni tampoco es suficiente que, dentro o fuera del matrimonio, haya niños a petición, mediante fecundación “in vitro” o vientres de alquiler, o que no se pregunte por el origen biológico de la masa genética. La identidad genética, base de la filiación biológica, ya no serviría: la verdadera sería la “identidad social”, la que la sociedad quiera darle al embrión en cada momento, llamando a las cosas con nombres ilógicos o meros eufemismos.
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Eufemismos
Hay un extraño tándem de voces agoreras que, evitando llamar a las cosas por su nombre, usan en estos casos un truco psicológico que casi siempre funciona bien: el eufemismo. El diccionario define este término como manifestación suave de ideas cuya expresión recta sería dura: para que nos entendamos, es un modo de no llamar a las cosas por su nombre, de no decir francamente la verdad, especialmente en cosas tan fundamentales.
Pregunto: ¿qué es un niño por nacer? Me responderá el tándem: es el producto de un embarazo deseado. Pero ¿y si no ha sido “deseado” el embarazo? Me dirán: entonces no es un niño por nacer. Todo depende del deseo que surge en el individuo dentro de un ámbito de convivencia, empujado por la presión social. ¿Y si no es “deseado”? Pues habría que eliminarlo.
Es más, aunque el embarazo haya sido deseado, quedará todavía el punto inicial de inflexión: ¿Y si he pretendido que la fecundación responda a la carga genética que mi deseo indique, no a la que concretamente lleva cada individuo diseñada? El posible embrión dependería de dos deseos: primero, el de tenerlo; segundo, el de conseguirlo con modificación genética. Podría añadirse un tercer deseo: que sea atendido solamente por el doctor Pim. Y si no, a la basura.
Quizás el tándem imagine que con híbridos de este tipo, incluso híbridos de humanos y no humanos, se podrá cambiar el destino del mundo. Quizás resulten quimeras, unicornios, hipogrifos, centauros: sorpresas biológicas, al fin y al cabo. Algo que sólo la fábula, la ardiente imaginación, la fantasía desbordada pudo figurarse. ¿Y qué será de este pequeño bípedo que laboró durante tantos siglos para mantenerse erguido? ¿Acaso evoluciona hacia su propia destrucción, sustituido por su engendro, un bebé genéticamente modificado? ¿Es eso lo que se quiere, aparte de que sea o no posible?
Porque aquí está la cuestión: en la voluntad de respetar o no lo que la naturaleza nos ofrece como alternativa a la extinción que durante miles de años amenazó a la raza humana. No somos una extirpe indolora: la naturaleza misma ha sufrido convulsiones, seísmos, conmociones, dolores de parto para mantener y defender el ser y la esencia que ahora tenemos. Una raza muy hermosa, salvo algunos azarosos fallos naturales. Somos también fruto de esa lucha cósmica en beneficio del ser humano, seamos o no providencialistas.
¿Qué queremos, pues? ¿Respetar las estrategias de la misma naturaleza, poniendo la razón y la técnica al servicio de esas estrategias? ¿Entregarnos al ciego destino de una incontrolada collective evolution, provocada silenciosamente por poderosos círculos económicos? ¿O que se nos tire al muladar?
La lucha cósmica continúa.
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