El problema del “sentido de la historia” recibió en la «Ciudad de Dios» de San Agustín una solución teológica, bajo las categorías de creación y predestinación.
Dicha tesis tuvo una contestación filosófica resonante a lo largo de los siglos XVIII y XIX en las figuras de Rousseau, Lessing, Fichte, Hegel y Marx, entre otros pensadores que culminaron la historiología dialéctica, no sin antes realizar un proceso de secularización de aquella teología.
Pero al señalar un fin universal al curso histórico, estas filosofías dan un nuevo significado histórico y ético-político no sólo a las expresiones objetivas de la familia (Aristóteles, Herder), de la sociedad (Rousseau, Kant, Fichte) y del estado (Hegel), sino también a las dimensiones antropológicas profundas del trabajo humano (Marx).
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