Leonardo da Vinci. En su obra “La Virgen de las Rocas” (1483-1486, expuesta en el Louvre), aparecen en su parte derecha, de arriba abajo, la mano protectora de la Virgen, el ángel Uriel señalando con su dedo, y el niño Jesús bendiciendo a Juan el Bautista, que está al otro lado de la imagen. A pesar de que Leonardo utiliza el sfumato que deshace los contornos de las figuras, utiliza con precisión el dibujo. Se comprende inmediatamente qué hacen y quiénes lo hacen.
El pronombre relativo «quien»
Se me ha preguntado: ¿Se puede decir, en lenguaje castellano, que yo no soy un qué, sino un quién? Se me hace esta pregunta desde círculos filosóficos que, con demasiada frecuencia, para resaltar la dignidad de la persona humana, acaban afirmando que el hombre no es un qué, sino un quién. Dicen: El qué se aplica a cosas, el quién a personas; luego yo soy un quien, no un qué.
Para responder no quiero perder de vista lo siguiente: “quien” es, desde el punto de vista lingüístico, un pro-nombre, no un nombre. A partir de aquí he reflexionado haciendo una previa lectura del Diccionario de la Real Academia de la Lengua.
En primer lugar, “quien” (del lat. quĕm, acus. de qui). es un pronombre relativo. Referido a personas, equivale a que, el que, la que, etc., y a veces, a el cual y sus variantes: Mi padre, a quien respeto. No varía de género, pero sí de número (quien / quienes); pero en singular puede incluso referirse a un antecedente en plural: Las personas de quien he recibido favores. Además, y esto es importante, no puede construirse con artículo, ni determinado: (no se puede decir el quien), ni indeterminado (no se puede decir que yo soy un quien).
Sólo con antecedente implícito designa a «la persona que» (y equivale a “aquel que”): Quien mal anda, mal acaba.
Por otro lado, dependiendo de un verbo con negación, equivale a «nadie que»: No hay quien pueda con la gente de la Ribera.
Supongo que a partir de su condición de “pronombre relativo” (equivalente a el que, la que) y porque hoy se emplea siempre referido a personas o a entes personificados, nunca a cosas impersonales, se afirma por algunos filósofos que “yo soy un quién y no un qué”; y fuera de toda lógica lingüística, queda precedido por un artículo indeterminado. Continuar leyendo