Antígona tiene el coraje de enfrentarse a las decisiones de Creonte, quien había prohibido dar sepultura a Polínice, hermano de Antígona. Esta decide rendir homenajes fúnebres a su hermano, a costa de su propia vida. La obra de Sófocles plantea la cuestión de si deben obedecerse las leyes humanas o las divinas, si son más importantes las leyes escritas que las no escritas. Un tema de actualidad.

 1. La tragedia de Antígona

La tragedia de Antígona, magistralmente concebida por Sófocles en Atenas 441 años a.C., significaba para Hegel el más alto presenti­miento que el mundo antiguo tuvo sobre el sentido ético de la mujer en la familia. Densas páginas de la Fenomenología del Espíritu (con­cretamente los dos primeros títulos completos de la penúltima parte, dedicada al espíritu o Geist) se proponen desentrañar ese sentido.

Dicha tragedia comienza en el momento en que Creonte manda honrar pomposamente el cadáver de Etéocles y prohibe ente­rrar el cadá­ver de Polínice, condenado a ser pasto de animales carro­ñeros[1].

Antígona es el paradigma de la «piedad» (eusébeia)[2], del culto a la unidad de la familia. Siente la necesidad imperiosa de dar sepultura a ese hermano sublevado contra la «patria», pues el acto de enterra­miento es el modo de devolver el muerto a los ancestros, al ámbito de su familia. Por la noche, aprovechando un descuido de la guardia, cu­bre de tierra el ca­dáver; pero es sorprendida y llevada ante el rey. Continuar leyendo