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Filosofía en la juventud y en la Universidad

Pellegrino Tibaldi: Alegoría de la filosofía, 1527 (con las imágenes de Aristóteles, Platón, Séneca y Sócrates). Biblioteca del monasterio de El Escorial.

Pellegrino Tibaldi: Alegoría de la filosofía, 1527 (con las imágenes de Aristóteles, Platón, Séneca y Sócrates). Biblioteca del monasterio de El Escorial.

Dos lecciones de Schelling (Philosophie der Offenbarung). El filósofo alemán Schelling preparó en la primera mitad del siglo XIX unas lecciones de cátedra que tituló respectivamente Filosofía de la Mitología y Filosofía de la Revelación. Las dos primeras lecciones de esta última obra empiezan con una brillante exposición del espíritu universitario, especialmente pertinente para la juventud de aquel tiempo y del nuestro. Es preciso volver a meditar esas dos lecciones, que ahora incluyo aquí traducidas, casi en su totalidad.

Habla en ellas de la juventud, del espíritu universitario, de los charlatanes que se dicen filósofos, de las lecturas profundas y sabias.

Defiende el espíritu de verdad en profesores y alumnos. Y se goza en un posible futuro en que abiertamente se declare la guerra a toda mentira y engaño, y cuyo principio básico sea la verdad. pretendida a cualquier precio por doloroso que sea. Y advierte que la lucha por la verdad, o mejor las peleas en torno a la verdad, deben tener un término, porque no puede darse, como muchos piensan, un progreso indefinido, es decir sin meta, término y sentido. La humanidad ha de encontrar su meta, donde alcance su paz.

Las lecciones están llenas de preguntas radicales; y no quieren dejar indiferente a la juventud europea. También hoy, exigiéndole el cultivo de la metafísica (¡nada menos!)


 

¿A qué llamamos espíritu?

El jinete de la Catedral de Bamberg (Alemania)

El jinete de la Catedral de Bamberg (Baviera, Alemania). Es uno de los mejores ejemplos escultóricos de los inicios del gótico. Está ubicado en una de las pilastras del Coro de la Catedral. El joven jinete no lleva armas, por lo que no es la figura de un caballero, sino la representación del «hombre», sin más: se eleva sobre lo geológico de la piedra, sobre lo botánico esculpido en las hojas y ramas, sobre lo zoológico del caballo; y se corona en la cabeza: símbolo más alto del espíritu humano.

I.  Desde los antiguos griegos 

En el pensamiento griego se expresó inicialmente con la palabra pneuma, que significa aliento, soplo vital; la palabra latina spiritus tiene el mismo significado etimológico. Pero el verdadero correlato griego del espíritu, en sentido moderno, es el término nous (mente), consagrado por Anaxágoras (filósofo de la antigua Grecia). A través de la historia, la palabra espíritu ha ido incorporando muchos matices, según los sistemas filosóficos: sustancia incorpórea, alma racional, entendimiento, principio vital, materias sutiles, etc. Hoy la filosofía utiliza la palabra espíritu por contraposición a naturaleza. En general, se puede entender por espíritu lo opuesto a la materia, sin depender de ella por lo menos intrínsecamente. Ahora bien, definir el espíritu como lo inmaterial o lo no natural es todavía insuficiente, pues eso no nos dice lo que es el espíritu en sí.

El espíritu es un ser que no sólo es, sino que además, con reflexión inmediata, tiene noticia de este «es». O sea, espíritu es un ser que está cabe sí (re-flexiona). La materia, en cambio, es algo yuxtapuesto (espacial) y sucesivo (temporal): es un ser fuera de sí, algo que no está cabe sí.

Una investigación acerca de la esencia y función del espíritu debe estudiar tres puntos principales: su constitución pro­pia, sus formas y su relación con el cuerpo. En este artículo se estudiarán los dos puntos primeros; como el tercer punto define al espíritu como alma, remitimos para su es­tudio a esa entrada en este blog.

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II. Tesis modernas

La interpretación de la esencia del espíritu puede tomar tres direcciones funda­mentales: afirmación de su finitud (A), afirmación de su infinitud (B), afirmación de su finitud e infinitud conjuntamente (C).

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Probabilismo: Pascal y los jesuitas

 

Estatua de Blaise Pascal, pensador francés del siglo XVII, esculpida por Augustin Pajou en 1781.

Estatua de Blaise Pascal, pensador francés del siglo XVII, esculpida por Augustin Pajou en 1781.

El siglo XVII y el probabilismo

1. El siglo XVII fue una época trepidante en los movimientos intelectuales europeos.

De un lado, surgieron las grandes tendencias que, como el empirismo inglés y el racionalismo francés, marcarían el destino filosófico de las Universidades.

De otro lado, y dentro del pensamiento cristiano, prosiguieron los estudios que, inspirados en el Concilio de Trento, se ocuparon no sólo del aspecto teológico de la relación entre la libertad humana y la gracia eficaz divina, sino también del aspecto moral de la relación de la conciencia humana con la ley natural y las leyes civiles. La primera mitad de ese siglo XVII fue más metafísica, atrapada en debates desatados preponderantemente entre dominicos y jesuitas acerca de los decretos divinos sobre la libertad humana; bastaría acordarse de las interminables controversias romanas “De auxiliis”, amparadas, de una parte, en la postura  del dominico Báñez y, de otra parte, en la del jesuita Molina sobre la “ciencia media”. En cambio, la segunda mitad de este siglo XVII fue más de tipo moral, atrapada también en la prolongada controversia entre los que defendían un escrupuloso rigorismo moral, como los jansenistas, y los que se alejaban de una severidad moral exagerada, entre los cuales se hallaban ilustres representantes de varias órdenes religiosas, como dominicos, mercedarios y jesuitas. En lo sucesivo voy a referirme a este aspecto moral –que es el que tiene que ver con el probabilismo–. Continuar leyendo

¿Qué significa «recibir» la tradición?

Anna Hyatt Huntington (1876–1973): “Los por­ta­do­res de la antor­cha”. Hermosa com­po­si­ción rea­li­zada en home­naje a la heren­cia de la civi­li­za­ción occi­den­tal. Se levanta en la Plaza de Ramón y Cajal de la Ciudad Universitaria de Madrid. El joven que monta a caba­llo tiene toda la vida por delante, y se inclina para reco­ger la antor­cha que le brinda un anciano exhausto: una gene­ra­ción ante­rior entrega (en tra­di­ción) la res­pon­sa­bi­li­dad a la gene­ra­ción posterior

Anna Hyatt Huntington (1876–1973): “Los por­ta­do­res de la antor­cha”. Hermosa com­po­si­ción rea­li­zada en home­naje a la heren­cia de la civi­li­za­ción occi­den­tal. Se levanta en la Plaza de Ramón y Cajal de la Ciudad Universitaria de Madrid. El joven que monta a caba­llo tiene toda la vida por delante, y se inclina para reco­ger la antor­cha que le brinda un anciano exhausto: una gene­ra­ción ante­rior entrega (en tra­di­ción) la res­pon­sa­bi­li­dad a la gene­ra­ción posterior

¿Qué significa, en general, recibir?

 

Que un cuerpo “reciba”, significa que sustenta, sostiene o contiene a otro. Que una persona reciba significa que “toma” lo que le dan o le envían; este tomar no suele ser pasivo; más bien consiste en “hacerse cargo” de lo que le dan o le envían. Unas veces se recibe algo aceptándolo, admitiéndolo o aprobándolo; otras veces, padeciendo el daño que otra persona le hace: recibir, en este caso es esperar o hacer frente a quien acomete, con ánimo y resolución de resistirle o rechazarle.

Por su constitución “abierta” y su índole “temporal”, el ser humano no sólo recibe, positiva o negativamente, de sus semejantes cosas en un instante actual; también recibe cosas de su anterior generación, en la relación pasado-presente: recibe no sólo la vida, sino la “forma de estar en la vida”, lo que se llama “la tradición”. Esta recepción está presidida, en su principio, por cierta necesidad; pero en su término, por la libertad. Y aquí ocurren dos cosas. Primera, yo no puedo elegir la vida inicial que se me otorga: tal es el destino de la “tradición fundante”. Segunda, sí puedo hacer sobre esa vida inicial modificaciones que hagan avanzar o retroceder su sentido inicial, en cuanto lo dado se hace “tradición consciente”. Dos aspectos que responden a la pregunta: “¿qué significa recibir en tradición?”. Continuar leyendo

El dictamen racional como ley natural: Siglo de Oro

Eastman Johnson (1824-1906), “Corriendo hacia la libertad”. Los esclavos fugitivos emprenden la búsqueda de su propia libertad, expresión de algo natural en el hombre.

Suárez y la contraposición entre naturaleza y ley natural

¿La naturaleza racional es, en cuanto naturaleza, una esencia o una ley? Una ley, habría dicho Vázquez. Una esencia, responde Suárez. No fueron pocos los que, finalizando el siglo XVI, se dieron cuenta de los problemas que una propuesta de Vázquez acarreaba. Fue Francisco Suárez (†1617), el que más extensamente se ocupó de Vázquez en su tratado De legibus (1612). Suárez no quiso desaprovechar aquella radical afirma­ción de sumisión ontológica de lo legal a lo natural, para hacer notar su patente inexactitud. Advierte el pensador granadino que la misma naturaleza racional es como tal una esencia y no una ley: pero la naturaleza no manda, ni muestra la bondad o malicia moral, ni dirige o ilumina, ni tiene otro efecto al­guno de ley; en realidad, la naturaleza no puede llamarse ley, a no ser metafórica­mente.

Suárez está convencido, frente a Vázquez, de que la sola naturaleza racional, que actuaría como medida o como fundamento de bondad moral, no es sufi­ciente para hacer ley, y, por tanto, ella no puede como tal llamarse conveniente­mente ley natural.

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La noción de «persona» en la tradición clásica

La palabra latina persona tiene su origen en el griego πρόσωπον y significa la máscara de actor y también el personaje teatral.

Persona y naturaleza: naturalismo, culturalismo, personalismo

Persona era, entre griegos y latinos, la máscara de actor y también el personaje teatral. La máscara oculta el rostro, pero detrás está el verdadero individuo de la especie humana, hombre o mujer, un supuesto inteligente a quien en el ámbito jurídico se le llamó “sujeto de derechos”. Con el tiempo persona ha pasado a significar ese individuo profundo de la especie humana. E incluso puede decirse que la persona está detrás de la personalidad, de la máscara o del aspecto que el hombre muestra: la personalidad no agota la persona.

En la actualidad, el concepto de “persona” se intenta separar, e incluso contraponer, al de “naturaleza”.

Se dice que el concepto de naturaleza humana está cargado de graves interro­gantes, derivados de la revisión que de él han hecho diferentes corrientes de pensa­miento. Podríamos aludir especialmente al naturalismo y al culturalismo. Continuar leyendo

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