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La esencia de la libertad en Schelling

Conceptografía básica del libro de Schelling: "La esencia de la libertad humana".

Conceptografía básica del libro de Schelling: «La esencia de la libertad humana».

La tesis central de Schelling (en su obra sobre la esencia de la libertad humana) es que la libertad es un poder del bien y del mal  (Vide: Libertad Schelling). Y justamente aquí se sitúa, en el punto central de consideración, un dualismo metafísico del bien y del mal. Puede decirse que con respecto a la desgarradora contradicción del bien y del mal en el mundo —mundo que existe, sin embargo, como formando unidad con el origen unitario y absoluto— se trata de mostrar la identidad que le precede y, a partir de ella, de comprender la oposición como necesaria por sí misma. Dado que Dios es el origen absoluto y la unidad omnicomprensiva del mundo, Schelling trata nada menos que de mostrar en Dios mismo el origen del mal, pero sin abandonar la absolutividad del bien que se da en Él.

No puede haber nada absolutamente independiente de Dios. Por tanto, el mal no puede ser ningún principio original junto a Dios. Únicamente puede nacer por una caída desde Dios, einen Abfall. ¿Pero cuál es el fundamento (Grund) de la caída? De nuevo, sólo puede ser buscado en Dios, y únicamente ese fundamento es el mal original mismo (Urböse). La libertad sólo es posible en Dios; pero el mal, que es el supuesto de la libertad, sólo es posible fuera de Dios. Esta contradicción no se elimina, sino que se la debe reconocer y resolver. Mas esto último se puede efectuar si se muestra un momento (Moment) en Dios que no sea Dios mismo. Pero ¿cómo es concebible semejante momento? Continuar leyendo

La fe en el progreso (Juan Valera I)

Miniatura del manuscrito "Crónica de Esapaña" de Alfonso X, el Sabio.(Monasterio de El Escorial, Madrid). Los monjes copistas transmitían el saber antiguo.

Miniatura del manuscrito «Crónica de España» de Alfonso X, el Sabio.(Monasterio de El Escorial, Madrid). Los monjes copistas transmitían el saber antiguo. // El texto adjunto es de Juan Valera (1824-1905), «De la doctrina del progreso con relación a la doctrina cristiana», Estudios críticos sobre literatura, política y costumbres de nuestros días. Tomo I, Madrid, Librerías de A. Durán, 1864, pp. 63-118.]

La idea de Dios y el progreso

Tenemos fe en el progreso. El progreso es para nosotros una creencia, no una ciencia. El progreso en que creemos está limitado por la misma condición del hombre y del mundo: y de esta suerte, ya que no se funde en la doctrina cristiana, no se opone a ella tampoco. Pero suponiéndole ilimitado, como lo supone Pelletan en sus dos famosos libros, Profesión de fe del sigo XIX y El mundo marcha, el progresismo es anti-cristiano, y es también anti-científico, pues aunque se pueda demostrar por la historia que en todo y de continuo hemos progresado hasta lo presente, aun será difícil deducir de esta premisa que progresaremos siempre en lo futuro.

De la naturaleza íntima del hombre tampoco se puede deducir la doctrina del progreso, porque no conocemos cumplidamente esa naturaleza íntima. Y en cuanto a las ideas fundamentales que hay en la mente humana, si unas sostienen la doctrina del progreso, otras le rechazan, al menos, como infinito o ilimitado.

La idea de Dios puede en cierto modo considerarse como causa de progreso, porque la idea de Dios es el término de perfección y el ideal de nuestra especie en las diferentes edades. La idea de Dios, aunque de un modo vago, está preconcebida en la mente con anterioridad a cualquiera idea, y es como fuente de todas las ideas. Pero nuestro flaco entendimiento no comprende, ni en la mente divina, la existencia de esta idea (la idea que tiene Dios de sí mismo), a no limitar la omnipotencia y la grandeza de Dios dentro de su infinita sabiduría. A no ser así, nos parece que esta no podría abarcarlas. ¿Cómo, por lo tanto, ha de comprender y desenvolver esta idea nuestra mente finita, a no ser por abstracción, negación y oposición? Si esta idea, aunque en germen, estuviese en nuestra mente de un modo positivo, su eterno desarrollo constituiría el eterno progreso; porque esta idea que en la mente de Dios concebimos desenvuelta y completa, jamás llegaría por un orden sucesivo a desenvolverse y completarse en la mente de la humanidad. Mas nosotros no acertamos a comprender lo infinito y lo perfecto sino por abstracción de lo imperfecto y finito, y aun así lo comprendemos mal, pues oponemos a esa infinidad y perfección algo que las descabala y amengua.

Estas consideraciones nos inclinan a pensar que la idea de Dios no puede ser el germen del progreso, tal como se entiende en el día, sino el germen de una aspiración infinita, que hallándose en contradicción con lo imperfecto de los medios que naturalmente tenemos para llegar a realizarla, nos induce y obliga a buscar el último fin por medios sobrenaturales. Continuar leyendo

Nietzsche y las claves del ateísmo contemporáneo

Friedrich Wilhelm Nietzsche (1844-1900). Filósofo alemán. Hizo una crítica muy intensa a la cultura, la religión y la filosofía occidental. Entre sus principales obras destacan: El nacimiento de la tragedia en el espíritu de la música; Sobre verdad y mentira en sentido extramoral; Humano, demasiado humano; Aurora. Reflexiones sobre los prejuicios morales; La gaya ciencia; Más allá del bien y del mal.

Las transformaciones del espíritu

 

A explicar el sentido de la existencia humana se encaminan las primeras palabras que Nietzsche pone en boca de Zaratustra ‑tras el discurso proemial de su libro Así habló Zaratustra‑, las cuales dibujan el sentido del curso histórico[1]:

«Os voy a hablar de las tres transformaciones del espíritu; de cómo el espíritu se trans­forma en camello, y el camello en león, y el león, finalmente, en niño».

 Voluntad dócil o voluntad heroica ante el pasado; voluntad lúdica ante el presente. La voluntad heroica se precisa para conseguir la más impor­tante, la voluntad lúdica. Estas tres transformaciones acontecen en una soledad sin significados previos, en un desierto de sentido.

 

a) En primer lugar, habla de cómo el hombre se transforma en un ser religioso y moral, aceptando y reverenciando valores que el pasado o la tradición estima transcendentes, con la dócil y humilde actitud del came­llo.

 «¿Qué es pesado?, pregunta el espíritu sufrido, y se arrodilla como el camello y espera a que le carguen. ¿Qué es lo más pesado, héroes?, así pregunta el espíritu sufrido para tomarlo sobre sí y alegrarse de su fortaleza, […] semejante al camello que va cargado al desierto, es decir, que marcha hacia su desierto». Continuar leyendo

La imperatividad absoluta del deber. Apunte sobre Millán Puelles

 

También sobre la conciencia humana irradian las exigencias absolutas del deber.

También sobre la conciencia humana irradian las exigencias absolutas del deber.

1. Sentido del argumento deontológico, o por el deber, para probar la existencia de Dios. 

«Era un deber para nosotros –dice Kant– promover el sumo bien; por tanto, no era sólo un derecho, sino una necesidad conectada con el deber, una exigencia, el presuponer la posibilidad de este sumo bien. El cual, en virtud de que se da únicamente bajo la condición de la existencia de Dios, enlaza inseparablemente la presuposición de esta existencia con el deber, y ello equivale a decir que es moralmente necesario admitir la existencia de Dios»  [1]. En estas palabras, que ponen en relación necesaria el deber con la existencia de Dios –porque es imposible conferir al deber un fundamento sin apelar a Dios–, se puede identificar una forma moderna del argumento deontológico. Sólo que para el Regiomontano a Dios no se puede llegar con la razón teórica, sino con la razón práctica. De este agnosticismo teórico se aleja la propuesta de Millán-Puelles. Su análisis viene a mostrar que la realidad práctica del deber tiene consecuencias teóricas, justo las mismas que desembocan en la formulación del argumento deontológico. Uno de los hilos que en la producción filosófica de Millán-Puelles conduce desde la Estructura de la subjetividad a La libre afirmación de nuestro ser [2] es el análisis fenomenológico y ontológico de la libertad. En este análisis aparece el deber como una realidad que, desde el ámbito de la libertad, posibilita una mostración de la existencia de Dios como Persona Absoluta. «A esta Persona Absoluta es a la que se accede en la reflexión filosófica sobre la experiencia del deber en su carácter de imperativo moral y en tanto que éste requiere –por su propio carácter absoluto […]– un fundamento último, incondicionado enteramente. Dios, la Persona Absoluta, es el imperante del imperativo moral, sin que ello le confiera al ser de Dios una relatividad real que tenga en ese imperativo su otro extremo» [3]. Continuar leyendo

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