Claudio Gay (1800-1873) “Atlas de la historia física y política de Chile 1842-1871”. Este grabado de Gay presenta el “malón o maloca”: una táctica militar de los mapuches, que consistía en un ataque rápido y sorpresivo contra un grupo enemigo, con el objetivo de obtener provisiones y secuestrar a mujeres jóvenes. Este tipo de ilustraciones ayuda a repensar la historia de nativos y personajes populares en su propio paisaje natural.

Claudio Gay (1800-1873) “Atlas de la historia física y política de Chile 1842-1871”. Este grabado de Gay presenta el “malón o maloca”: una táctica militar de los mapuches, que consistía en un ataque rápido y sorpresivo contra un grupo enemigo, con el objetivo de obtener provisiones y secuestrar a mujeres jóvenes. Este tipo de ilustraciones ayuda a repensar la historia de nativos y personajes populares en su propio paisaje natural.

Por qué somos historiadores

 

Cuando el antiguo griego pronunciaba la palabra historia (ἱστορία) se refería ini­cialmente a una investigación científica o a una descripción de las cosas. En este último sentido hablaba de una historia de los animales, de los minerales, etc. Después la palabra significó la na­rración de los sucedidos humanos; y en este sentido se hablaba de historia civil, religiosa, etc. Y así la entendemos hoy. Pero, ¿por qué realizamos relatos históricos?

Desde el mismo momento en que el hombre se percata del mundo y de sí mismo se encuentra inundado de instituciones, cos­tumbres y tradiciones que él vive o reactualiza de un modo natural, sin darse cuenta de que en buena medida ha sido forjado por ese entorno, con actitudes y puntos de vista tan profunda­mente arrai­gados en su vida psicológica, que no los siente como extraños. Sólo cuando el individuo sale de su perímetro vital y entra en con­tacto con otras tra­diciones y costumbres comienza a compararlas con las suyas propias y a pre­gun­tarse reflexivamente por la verdad de unas y otras. La reflexión histórica va unida a la reflexión filo­sófica. Así ocurrió en Grecia: las diversas costumbres que sus co­merciantes y marineros iban conociendo en pueblos lejanos des­perta­ron el deseo de encontrar la verdad que todas ellas encerra­ban. Se comenzó a comparar, a relacionar, a reflexionar.

Surge, pues, la historia reflexiva de una necesidad humana: la de explicar el origen y la verdad de las propias instituciones, la de hallar el personaje o el acontecimiento que las ha establecido. Para conocerse a sí mismo el hombre tiene que conocer su pasado, pre­guntando a las generaciones anteriores por qué se han hecho jus­tamente esas instituciones y no otras, por qué han surgido esas precisas costumbres y actitudes, por qué tiene él esta herencia cul­tural. De esta curiosidad del hombre por sí mismo nace la historia[1]. Somos historiadores por­que somos herederos. Continuar leyendo