Francisco de Goya: "La Verdad, el Tiempo y la Historia" (hacia 1800). La Verdad viene hacia el presente traída por un anciano que porta un reloj de arena, el Tiempo, siendo registrada por la calmosa Historia mediante la escritura. Toda la composición confluye en la parte central del cuadro, ocupada por una refulgente figura femenina, la Verdad.

Francisco de Goya: «La Verdad, el Tiempo y la Historia» (hacia 1800). La Verdad viene hacia el presente traída por un anciano que porta un reloj de arena, el Tiempo, siendo registrada por la calmosa Historia mediante la escritura. Toda la composición confluye en la parte central del cuadro, ocupada por una refulgente figura femenina, la Verdad.

La historia como narración

El término narratividad está presente no sólo en las formas comunes de la literatura (y así se habla, por ejemplo, de la narrativa del romanticismo, del realismo, del simbolismo, etc.), sino en los modos o métodos de las ciencias humanas más o menos próximas a la filosofía, como la psicología, la sociología y la psiquiatría[1].

No es mi intención iniciar una navegación en torno a las distintas islas de este archipiélago de la narratividad. Quiero anclarme en un antiguo islote casi patrimonial, titulado Genio de la historia, un libro de historiología, escrito en 1650[2] por el aragonés Gerónimo de San José Ezquerra de Rozas (1589-1669). Resaltaré algunas tesis suyas, para reflexionar sobre el alcance veritativo de la narratividad en historia, recordando algunos de los principales indicadores metódicos de una obra que, tras las huellas de Luis Vives[3], puede considerarse clásica en la materia.

En ella se dice que historia, en su más amplia y universal acepción, es “cualquier narración de algún suceso o cosa. De suerte que ora sea la narración hablada, escrita o significada […], o en otra cualquier manera, como sea finalmente narración, será, en este sentido y acepción, historia[4].  Advierto que ya en tiempos de este autor se usaba en el lenguaje castellano la palabra “suceso” –implicado en esa definición de historia– para significar el transcurso o discurso del tiempo. No habría historia sin tiempo.

Acerca de esa definición, he de adelantar en primer lugar que la narración ha venido a ser el centro de atención de muchos contemporáneos que piensan la historia. Ya Ortega lo utilizó varias veces, por ejemplo en Historia como sistema. Y más recientemente Ricoeur en Historia y relato[5], entre otros muchos. Sin saberlo,  todos ellos coinciden con el aragonés en que la historia es narración; y narrar es contar un suceso, real o imaginario, de manera oral o escrita o significada[6]. Narrar es referir de la manera que sea una sucesión de hechos que se producen a lo largo de un tiempo determinado. Continuar leyendo