Caspar David Friedrich (1774 -1840): «Viajero frente al mar de niebla». Desde el impulso de un sentimiento metafísico inaprensible, las cimas no acaban de reflejar la grandeza del hombre que aparece de espaldas al espectador y oculta su identidad, más íntima y más honda que el abismo al que se enfrenta.
1. Cuando cuento mi vida a alguien refiero que nací en un precioso pueblo que es patrimonio de la humanidad; que allí hice mis primeros estudios; y que luego hice filosofía en la Universidad de Salamanca, después fui marido y padre, más adelante profesor y director de un departamento en la Universidad de Navarra. Para darle interés al relato suelo añadir en cada etapa detalles curiosos o emocionantes. Al contar mi vida tiendo un hilo que hilvana todos los acaecimientos y no los deja perderse en el vacío, y así doy a entender que mi presente no es una aleatoria acumulación de los pasados que me han posibilitado. Pues bien, referir disciplinadamente esa acumulación real[1] es precisamente “narrar”[2].
Pero que yo narre a otro mis cosas abiertamente no significa que el conjunto de lo que me ha sucedido sea todo mi ser personal, o que el otro saque la consecuencia de que ya ha penetrado en el fondo de mi intimidad o incluso de mi identidad profunda[3], por más detalles personales y emocionantes que haya volcado. Continuar leyendo