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Amor romántico. Notas sobre Schleiermacher

 

Jacques Louis David (1748-1825): “Retrato del matrimonio Lavoisier”. Aplica a la pintura los principios "eternos" del clasicismo. Los esposos Lavoisier rehicieron el campo de la química, orientaron los estudios sobre la combustión, y descubrieron el gas El colorido con que presenta al matrimonio es traslúcido y brillante.

Jacques Louis David (1748-1825): “Retrato del matrimonio Lavoisier”. Aplica a la pintura los principios «eternos» del clasicismo. Los esposos Lavoisier rehicieron el campo de la química, orientaron los estudios sobre la combustión y descubrieron el gas. El colorido con que presenta al matrimonio es traslúcido y brillante.

 Feminización del amor en la Lucinde de Schlegel

 

El amor libre y la emancipación de la mujer.- Tanto Kant como Fichte y Hegel[1] rechazan explícitamen­te el en­foque puramente físico del matrimonio, en su mera exis­tencia natural, como si sólo fuera “una relación entre sexos”. Ni la Ilustración ni el Romanticismo habían caído en tan craso error: la primera, por la severidad legal con que realza el matrimonio; el segundo, por la profundidad psicológica que encuentra en sus relaciones.

En el siglo XVIII seguía vigente el matrimonio convencional: a las mujeres las casaban sus familias, siguiendo ordinariamente criterios econó­micos o sociales. Por ejemplo, Dorothea, hija del filósofo Moses Mendelshon, es entregada según costumbre judía al banquero Simon Veit. Algún tiempo más tarde, Dorothea y Friedrich Schlegel se enamoran y realizan una unión libre que los contemporáneos vieron reflejada en su novela Lucinde. Ein Roman, escrita en 1799.

Friedrich Schlegel había sido inspirado por el Sturm und Drang en su teoría del amor libre y de la emancipación de la mujer. En el fragmento 34º del “Athenäum” llega a decir am­pulosamente que casi todos los matrimonios son concubinatos y que no ve lo que se puede objetar a un matrimonio a cuatro[2]. Continuar leyendo

Amor femenino y magnanimidad masculina. Una teoría de Fichte

 

William Hogarth (1697-1764): “Contrato matrimonial”. El tema es un matrimonio de conveniencia entre la hija de un adinerado burgués y el hijo de un arruinado noble, ambos sometidos a la voluntad de sus padres. Al fondo se encuentran el novio, que se mira en el espejo; y la novia que, con aspecto abatido, es consolada por su abogado. Una escena repudiada por Fichte.

1. Sentido supraindividualista del amor

 

Del amor parte Fichte con el objetivo de es­tructu­rar su teoría del ma­trimonio. Para cumplir ese obje­tivo, empero, Fichte asigna el amor a una de la partes, a la mujer primordialmente, dejando pa­ra la otra parte, el varón, el ejercicio paralelo de la magnani­midad. O sea, Fichte traza los parámetros definitivos de la femi­niza­ción del amor y de la masculinización del matrimonio.

Además, si para Kant existe el deber de casarse sólo cuando ha de dar­se la relación sexual, en cambio, para Fichte la determina­ción objetiva y moral del ser humano exige siempre entrar en el estado del matrimonio. Esta exigencia –también compartida des­pués por Hegel– proviene, según Fich­te, del ámbito antropoló­gico y moral, y proclama la absolutización de la conyugalidad.

El “amor” es considerado por Fichte desde dos perspectivas: la metafísica y la ético-antropológica. El enfoque metafísico fue tratado por él ampliamente en su obra Iniciación a la vida feliz (1806)[1], a propósito de la relación que tiene el hombre con el absoluto. Este amor expresa en el hombre a la vez un estado de división y una aspiración a la uni­dad. División, por ejemplo, entre dos dimensiones reales del existente; o entre lo que un existente fácticamente es y el modelo ideal de su ser verdadero. “El amor reúne y religa de la manera más íntima el yo dividido que, sin amor, sólo se contemplaría fríamente y sin ningún interés”[2]. Esa relación metafísica es sinó­nima de “amor”, el cual tiene carácter unitivo. La vida verdadera ama lo uno, inmutable y eterno, es decir, a Dios[3], que es un absoluto no personal.

Desde el punto de vista ético-antropológico, el tema del amor y del matrimonio fue estu­diado por Fichte, dentro de las obras que él mismo publicó, en Fundamento del Derecho Natural (1796)[4]y Sistema de teoría moral (1798)[5], cuyo clima mental es filosóficamente posrevolu­cionario, en el que conceptos tan fundamentales como libertad, responsa­bilidad y familia –junto con el de las relaciones entre los sexos– sufren un proceso de redefinición. Asimismo encon­tramos in­teresantes observaciones en algunas cartas y parciales desa­rrollos en los siguientes inéditos: Sistema de teoría del derecho[6], Lógica y Metafísica[7], Lecciones sobre los aforismos de Platner[8] y sobre Moral[9]

Al estudiar el matrimonio –punto focal del amor–, Fichte pretende superar el individualismo jurídico y el individualismo libertario[10]. Continuar leyendo

Amor, matrimonio y celibato. Sobre Kant, Fichte y Hegel

Jean Béraud (1849-1935): «La Magdalena en casa del Fariseo». Una escena impresionista que traslada una enseñanza evangélica al mundo moderno, siempre con la misma actitud de aturdido asombro ante actitudes de perdón o de sincera entrega a Dios.

1. Amor y persona

 

a) Incondicionalidad de la entrega esponsalicia

 

La propuesta kantiana de centrar el tema de la sexualidad en la idea de persona tiene en sí misma un excepcional interés, tanto desde el punto de vista antropo­lógico como moral, a pesar de la estrecha idea que el Regiomontano se formara de la sexualidad y del amor. Exige la integración del amor –y no sólo del amor– en la unidad de la persona, pues esta integración impide que la per­sona sea tratada como cosa.

Las tendencias cosificantes son permanentes en nuestra cultura, tanto en tiempos de Kant como ahora, especialmente en las for­mas individualistas y socializantes que subordinan la persona a alguno de sus aspectos.

Schlegel y Schleiermacher venían a decir que todos los hom­bres son libres e iguales por naturaleza, teniendo por ello dere­cho todos a la felicidad y, en particular, a esa forma de felicidad que se llama amor, buscado libremente. A esa tesis parece que nada podría objetarse, salvo que conlleva un mensaje subliminal –quizás no sopesado suficientemente por ellos mismos–, a saber, que las tendencias amorosas están en nosotros para que las siga­mos, sin considerar sus consecuencias o sus repercusiones en el hijo, en el cónyuge, en la sociedad entera; en tal caso uno es mo­ralmente virtuoso sólo cuando es sincero con esas propias ten­dencias y las deja ir de suyo. Según este mensaje, el amor se bas­taría a si mismo; sería incluso «inmoral» subordinarlo a algo: con buscar el bien propio quedaría satisfecho y realizado el amor. Lo que ocurre es que, a pesar de las idílicas invocaciones al altruismo y a la unidad amorosa expresadas por Schlegel y Schleiermacher, el propio instinto sexual acaba ordenándose sólo al placer individual. Continuar leyendo

La fidelidad femenina. Apunte sobre la ética matrimonial de Fichte

Christina Robertson-Saunders (1796-1854): “Escena familiar”. Es el retrato de la Duquesa María de Leuchtenberg (Maria Nikolaevna de Russia) con sus hijos. Tratándose de la época en que Fichte reflexiona sobre el amor y la familia es probable que el filósofo tuviera en su mente escenas similares a esta.

 1. El compromiso de la unión matrimonial

a) Matrimonio y celibato

Para Fichte, sólo dentro del matrimonio se da el amor de la mujer y la magnanimidad del varón; y en ambos sentimientos reside la dis­posición natural a la moralidad, que es lo más bello que, según Fichte, proviene de la naturaleza, aunque la moralidad misma no es naturaleza. Dicho de otro modo, no hay verdadera moraliza­ción o cultura moral, antes de que aparezca la relación matrimo­nial en el mundo[1].

Fichte sostiene la tesis –de estricta raigambre luterana– de que el destino absoluto[2] del varón y de la mujer es casarse.

El ser humano, lo que en sentido general se llama  “hombre” (Mensch), puede ser considerado tanto desde el punto de vista fí­sico (conjunto de tendencias biológicas y facultades psíquicas), como desde el punto de vista moral (conjunto de actitudes firmes que desarrolla en su propio ser y en el cuerpo social). Pues bien, para Fichte, el uno y el otro, el “hombre” físico y el moral, no es ni varón (Mann) ni mujer (Frau), sino ambas cosas. El hombre se desarrolla en plenitud si se mantienen unidas sus dos dimensiones. Los más nobles aspectos del carácter humano, según Fichte, sólo pueden desplegarse en el matrimonio; y enumera los siguientes: “el amor entregado de la mujer; la magnanimidad oferente del varón que lo sacrifica todo por la propia compañera; la necesidad de ser una persona digna, no por sí misma, sino por el amor del cónyuge; la verdadera amistad (pues la amistad sólo es posible en el matrimonio, en el cual es además un fenómeno necesario), sensibilidad paterna y materna, etc.”[3].

Refuerza esta argumentación señalando un “egoísmo origina­rio” en el ser humano; egoísmo que, según Fichte, se dulcifica espontáneamente dentro del matrimonio. “La tendencia origina­ria del hombre es egoísta (egoistisch); en el matrimonio, la natu­raleza misma lo guía a olvidarse en otro ser; y partiendo de la naturaleza, el lazo matrimonial de ambos sexos es la única vía de ennoblecer al hombre”[4].

Considera que estos argumentos son  suficientes como para concluir rotundamente que “la persona no casada es un hombre a medias[5]. Continuar leyendo

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