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Un libro sencillo sobre el mal

 

Tiziano Vecellio (1490-1576): "Caín y Abel". En este lienzo se muestra el manierismo de Tiziano en su apogeo: con el movimiento en espiral de las figuras, las posturas contrapuestas y las diagonales que se cruzan, para mostrar la fuerza del mal.

Tiziano Vecellio (1490-1576): «Caín y Abel». En este lienzo se muestra el manierismo de Tiziano en su apogeo: con el movimiento en espiral de las figuras, las posturas contrapuestas y las diagonales que se cruzan, para mostrar la fuerza del mal.

Hace tiempo que un amigo, ya fallecido, puso en mis manos una traducción de la obra titulada Problemas y misterios del mal, compuesta en francés por Roger Verneaux y editada en la Editions di Vieux Colombier, París 1956, al parecer ya desaparecida. He leído que la editorial Herder publicó una traducción de esta obra en 1972, pero no he logrado encontrar ejemplares de ella.

Por mi parte, realicé una atenta lectura de aquella traducción, procuré corregirla y pulirla, aunque nunca llegué a estar satisfecho del trabajo realizado. Hoy me atrevo a publicarla en esta web de leynatural.es, en el mismo estado en que la dejé hace diez años. Sólo he podido conseguir que se lea de corrido, sin apenas galicismos, intentando siempre que el pensamiento original de Verneaux fluyera limpio.

Véase en pdf:  Problemas y misterios del mal

La pretensión de Roger Verneaux es presentar en esta obra el esbozo de un tratado general sobre el mal de acuerdo a las ideas clásicas de la filosofía.  Aunque existen editadas síntesis de éste tipo, el libro tiene su utilidad, por la claridad de exposición, la atinada trabazón de los argumentos y sus más que razonables conclusiones. Así visto, es un compendio muy pedagógico que, para el lector avisado, ofrece un discurso a la vez profundo y sencillo. Tiene además la rara cualidad de que no deja sin examen ninguna cuestión esencial sobre el mal y sus implicaciones antropológicas, morales e incluso teológicas. Presenta en su propio contexto  las perspectivas sociológicas, existenciales y espirituales. Obvia el menor desarrollo patético, cosa que sería a la vez fácil y vana.

Entre las perspectivas metafísicas destaca el mal como problema y misterio, subrayando su estatuto ontológico, sus clases, sus causas y su presencia en el mundo.

Le siguen las perspectivas teológicas, como la permisión del mal, el motivo de la creación, la providencia y predestinación, el origen del mal humano y las razones del pecado.

En fin, dentro de las perspectivas morales estudia la falta, el pecado, la tentación, la pena y el infierno.

Sólo espero que los lectores de estas páginas de leynatural.es puedan tener, con este libro sobre el mal, una ayuda adecuada para entender el sentido de la vida humana, en sus principales direcciones.

El texto se ofrece aquí con su contenido completo.

El «estado natural» y el progreso en la historia. Hegel

John Gast (1842-1899): "El Progreso Estadounidense". Expone ingenuamente a Estados Unidos realizando, con su expansionismo, un “designio especial del cielo”. Así se justificó la guerra contra México para extender las “fronteras de la libertad”, excluyendo de esa tarea a los nativos americanos y a la gente de origen no europeo.

John Gast (1842-1899): «El Progreso Estadounidense». Expone ingenuamente a Estados Unidos realizando, con su expansionismo, un “designio especial del cielo”. Así se justificó la guerra contra México para extender las “fronteras de la libertad”, excluyendo de esa tarea a los nativos americanos y a la gente de origen no europeo.

1. El hombre en el estado natural

Hegel explica la marcha histórica del hombre como una tensión superable entre lo individual y lo universal y, asimismo, entre lo inmediato y lo mediato.

La primera etapa en que se dibuja el «estado natu­ral» del hombre acontece tan pronto como el espíritu humano se despega incoativamente de la naturaleza animal para tomar conciencia de sí mismo; pero de modo que ésta no se despierta totalmente; por lo que el espíritu sólo existe ahí de forma virtual o poten­cial.

Conviene advertir que la plena conciencia del espíritu se muestra como un estado desgarrado, lleno de escisiones o contradicciones: la razón se opone a la sensibilidad; la libertad, con su infinitud virtual de aspiraciones, se opone a las tendencias sensibles, cir­cunscritas a estrechos límites, individuales y egoís­tas. Lo infinito y lo finito se contraponen así en la conciencia; una conciencia desventurada o desgra­ciada que, de un lado, siente fácticamente deseos limitados y con­tingentes, mas, de otro lado, se encuentra lanzada a un nivel superior, a lo universal.

Pues bien, el «estado natural» del hombre es aquél en que el sujeto no conoce todavía las escisiones y vive de un modo se­reno o placentero, pero inconsciente, con todo lo que existe. Continuar leyendo

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