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La fe en el progreso (Juan Valera I)

Miniatura del manuscrito "Crónica de Esapaña" de Alfonso X, el Sabio.(Monasterio de El Escorial, Madrid). Los monjes copistas transmitían el saber antiguo.

Miniatura del manuscrito «Crónica de España» de Alfonso X, el Sabio.(Monasterio de El Escorial, Madrid). Los monjes copistas transmitían el saber antiguo. // El texto adjunto es de Juan Valera (1824-1905), «De la doctrina del progreso con relación a la doctrina cristiana», Estudios críticos sobre literatura, política y costumbres de nuestros días. Tomo I, Madrid, Librerías de A. Durán, 1864, pp. 63-118.]

La idea de Dios y el progreso

Tenemos fe en el progreso. El progreso es para nosotros una creencia, no una ciencia. El progreso en que creemos está limitado por la misma condición del hombre y del mundo: y de esta suerte, ya que no se funde en la doctrina cristiana, no se opone a ella tampoco. Pero suponiéndole ilimitado, como lo supone Pelletan en sus dos famosos libros, Profesión de fe del sigo XIX y El mundo marcha, el progresismo es anti-cristiano, y es también anti-científico, pues aunque se pueda demostrar por la historia que en todo y de continuo hemos progresado hasta lo presente, aun será difícil deducir de esta premisa que progresaremos siempre en lo futuro.

De la naturaleza íntima del hombre tampoco se puede deducir la doctrina del progreso, porque no conocemos cumplidamente esa naturaleza íntima. Y en cuanto a las ideas fundamentales que hay en la mente humana, si unas sostienen la doctrina del progreso, otras le rechazan, al menos, como infinito o ilimitado.

La idea de Dios puede en cierto modo considerarse como causa de progreso, porque la idea de Dios es el término de perfección y el ideal de nuestra especie en las diferentes edades. La idea de Dios, aunque de un modo vago, está preconcebida en la mente con anterioridad a cualquiera idea, y es como fuente de todas las ideas. Pero nuestro flaco entendimiento no comprende, ni en la mente divina, la existencia de esta idea (la idea que tiene Dios de sí mismo), a no limitar la omnipotencia y la grandeza de Dios dentro de su infinita sabiduría. A no ser así, nos parece que esta no podría abarcarlas. ¿Cómo, por lo tanto, ha de comprender y desenvolver esta idea nuestra mente finita, a no ser por abstracción, negación y oposición? Si esta idea, aunque en germen, estuviese en nuestra mente de un modo positivo, su eterno desarrollo constituiría el eterno progreso; porque esta idea que en la mente de Dios concebimos desenvuelta y completa, jamás llegaría por un orden sucesivo a desenvolverse y completarse en la mente de la humanidad. Mas nosotros no acertamos a comprender lo infinito y lo perfecto sino por abstracción de lo imperfecto y finito, y aun así lo comprendemos mal, pues oponemos a esa infinidad y perfección algo que las descabala y amengua.

Estas consideraciones nos inclinan a pensar que la idea de Dios no puede ser el germen del progreso, tal como se entiende en el día, sino el germen de una aspiración infinita, que hallándose en contradicción con lo imperfecto de los medios que naturalmente tenemos para llegar a realizarla, nos induce y obliga a buscar el último fin por medios sobrenaturales. Continuar leyendo

Historicidad. Ideas para una filosofía de la historia

Caspar David Friedrich: "La ruina de Eldena" 1825.

Caspar David Friedrich: «La ruina de Eldena» 1825. El pintor describe el surgimiento de una casa moderna bajo las ruinas de un antiguo edificio. En cierto modo, el pasado posibilita el futuro.

El historicismo comporta la idea de que la historia es el constitutivo del hombre. La argumentación historicista ha sido recurrente durante el siglo XX en el existencialismo, en el vitalismo, en el estructuralismo, en el de-construccionismo y en el pensamiento débil. El presente libro expone el despliegue de la libertad humana a través de unos factores temporales que no merman la identidad de su ser. Son estudiadas las categorías de tiempo, historicidad, evolución, libertad, socialidad, temporalidad, tradición, progreso y revolución, entre otras. Asimismo termina indagando la razón histórica como razón narrativa en relación con la verdad histórica.

Derecho e Historia. La filosofía de la historia en Kant

Para Kant, el fin de la historia humana es la consecución de la paz política, bajo el imperio del derecho. Admirador de la Ilustración y de la Revolución francesa, se refiere al fin natural de la historia, que consiste en la fundación del reinado de la paz perpetua mediante una perfecta estructura política (Staats-Verfassung) y el desarrollo de todas las potencialidades humanas. Esa fundación es ejecutada (Vollziehung) por fuerzas naturales, sin intervención alguna de elementos sobrenaturales.
Su enfoque filosófico es agnóstico, pues cierra la puerta a un conocimiento que esté fuera de la experiencia posible del hombre, en el que la razón depende de los sentidos. Su teoría de la historia se basa en un universalismo ético, sostenido por la fe moral.

Sobre la utopía

Paul Signac : “Au temps de l’armonie” (1895): La edad de Oro no está en el pasado, sin en el futuro.

Paul Signac : “Au temps de l’armonie” (1895): La Edad de Oro no está en el pasado, sin en el futuro.

 

Ideología y utopía

La reacción antiidealista del siglo XIX no fue, en modo alguno, un rompimiento con el principio de absoluta afirmación antro­pocéntrica. El método de las ciencias modernas ofrecía un estí­mulo para refugiarse en una fluctuante actitud antimetafísica, có­moda en muchos aspectos. Por otra parte, los fenómenos de masas unidos a la creciente industrialización originaban problemas socia­les, económicos y políticos de gran magnitud. A la actitud filosó­fica, oscilantemente antimetafísica, volcada a la solución de estos problemas socio-económicos, se le llamó positivismo social o so­cialismo positivista, cuyos inspiradores fueron Saint-Simon, Fou­rier y Proudhon; su máximo exponente fue Comte. Para todos ellos, los fenómenos sociales debían de ser tratados como los acontecimientos físicos: hasta ese punto primaba el poder del método científico-positivo.

La doctrina social de estos autores ofrece contenidos que ya fueron conocidos por pensadores antiguos incluso, como la comu­nidad de bienes y la supresión de la propiedad privada. Pero se presentan ahora bajo el apremio de la sociedad industrial, de las grandes masas obreras, sometidas a una larga e insegura jornada laboral. El liberalismo económico, enfundado en la gran revolu­ción industrial de finales del s. XVIII, llevó a la proletarización o empobrecimiento de muchedumbres ciudadanas. La moral que mantiene y empuja la empresa de justicia está regida por la ley del progreso, en virtud del cual la sociedad entera marcha hacia una futura felicidad perfecta y justa. Pues bien, a una sociedad ideal sin taras y sin clases, similar a la preconizada por los filántropos de­cimonónicos, ciudad realizada en la comunidad de bienes, llamó Tomás Moro, en el siglo XVI, «utopía». Continuar leyendo

Decadencia y apogeo: sobre el corso y el ricorso de Vico

Pieter Brueghel el Viejo: “La torre de Babel” (1563). Es el símbolo del orgullo y la desmesura humana que quiere alcanzar lo más alto., una imagen que advierte del fracaso de la pura racionalidad que alienta a banqueros, ministros, clérigos, soldados y pensadores. Al final quedaron confundidos, sin poder entenderse entre sí,  y excluidos de un proyecto común.

Pieter Brueghel el Viejo: “La torre de Babel” (1563). Es el símbolo del orgullo y la desmesura humana que quiere alcanzar lo más alto: una imagen que advierte del fracaso de la pura racionalidad que alienta a  ministros, banqueros, clérigos, soldados y pensadores. Al final todos quedaron confundidos, sin poder entenderse entre sí, y excluidos de un proyecto común.

Perder el camino

Vico llama “corso” al camino que, partiendo de la inmediatez pura o prerreflexiva que el hombre guarda inicialmente con la realidad, en la forma poética o mítica, desemboca en el proceso racional y reflexivo que las sociedades avanzadas desarrollan en la filosofía, en la política, en la economía, etc.[1]

La conciencia mítica y poética es, para Vico, una estructura original del ser humano. Genéticamente, en la proyección histórica de la humanidad, expresa el primer sentido de la existencia comunitaria. Vico expulsa los prejuicios racionalistas de su tiempo y admite la conciencia mítica como un elemento de la existencia. Pero indudablemente no puede hacerlo renunciando a la razón, sino integrando razón e imaginación mítica en la trayectoria del hombre ha­cia la realidad y la verdad. Excluir la razón en be­neficio del mito, rechazar el mito en beneficio de la razón: he ahí dos extremos que evita. La alienación en el mito implica el regreso al primitivismo o primera barbarie; la alienación en la razón conlleva la esterilización y neutralización de los valores (la inhumanidad de una segunda barbarie, dice Vico). Continuar leyendo

Tradición efímera y tradición eterna, según Unamuno

 

Phip Jacques Loutherbourg: "El grorioso primero de junio"

Phip Jacques Loutherbourg: «El glorioso primero de junio». Esta pintura romántica expresa con fuerza una batalla naval, en la que se agita la superficie del mar con el estruendo de los cañones y el griterío de los náufragos. La imagen de la relación entre superficie alborotada y profundidad sosegada fue utilizada por Unamuno (1864-1936) para explicar el sentido de la historia

1.     Dimensiones de la historia

En su juventud pensaba Unamuno[1] que la Historia al uso «nos enseña a conocer más bien a los hombres que no al hombre; nos da noticias empíricas respecto a la conducta de los unos para con los otros, más bien que una visión de su esencia […] La Historia nos muestra más bien sucesos que no hechos»[2]. Sin embargo, a pesar de que este tipo de Historia lo hastiaba, leía «a historiadores artistas, y sobre todo a los que nos presentan re­tratos de personajes. Me han interesado siempre las almas hu­manas individuales mucho más que las instituciones»[3]. Y en su madurez confiesa que sorbía muchos libros de historia[4], justo aquellos que, como decía Nietzsche, no nos desvían negli­gen­te­mente de la vida y de la acción. Una cosa es el libro de historia cuyo contenido se resuelve en su cáscara de citas; y otra cosa es el libro que cala el fondo y la forma de los hechos históricos, aunque la corteza de erudición esté resquebrajada en algunos puntos.

Lo que de verdad considera Unamuno insuficiente es el mero «erudito de historia». «Los eruditos se limitan a publicar textos, ateniéndose a la letra y fingiendo desdeñar la imaginación, ya que no les ha sido concedida»[5]. Pero, ¿de qué tipo es la ima­gi­nación en historia? «Imaginación es la facultad de crear imá­ge­nes, de crearlas, no de imitarlas o repetirlas, e imaginación  es, en general, la facultad de representarse vivamente, y como si fuese real, lo que no lo es, y de ponerse en el caso de otro y ver las cosas como él las vería»[6]. Continuar leyendo

Las causas del hombre en la historia, según Marx

 

Francisco de Goya ()

Francisco de Goya (1746-1828 ): “Saturno devorando a su hijo”. Saturno es el símbolo del tiempo que todo lo destruye, dibujado por Goya como un gigante avejentado con las fauces abiertas y los ojos en blanco, devorando el cuerpo sanguinolento del hijo. En cierta manera, refigura el tema de la revolución.

1. La reiterada presencia de Marx en nuestra cultura

En el año 1901 el pensador socialista francés Jean Jaurès expresaba de una manera vibrante el sentido emancipatorio y secularizante de la filosofía marxista de la historia:

«Sólo bajo una transposición hegeliana del cristianismo es como Marx se representa el movimiento moderno de emancipación. Al igual que el Dios cristiano se ha reba­jado hasta el fondo de la humanidad sufriente para elevar a la humanidad entera; al igual que el Salvador, para sal­var efectivamente a todos los hombres, ha debido redu­cirse a ese grado de despojo tan próximo a la animalidad, por debajo del cual no se podía encontrar ningún hombre; al igual que este abajamiento final de Dios era la condi­ción de la elevación infinita del hombre; así también en la dialéctica de Marx, el proletariado, el Salvador moderno, ha debido despojarse de toda garantía, desnudado de todo derecho, rebajado al plano más profundo de la nada histó­rica y social, para elevarse y elevar a toda la huma­nidad»[1].

Destaca Jaurès en estas expresiones un punto im­portante de la historiología dialéctica de Marx. Se trata de la inversión de la escatología cristiana me­diante la alteración materialista de la dialéctica de Hegel, haciendo del reino de Dios un reino del hom­bre: Pecado original y Redención se transmutan en Alienación y Revolución; asímismo, le atribuye al pro­letariado la misma misión redentora que Jesucristo tiene en el Evangelio.

Esta transmutación se deja ver en los análisis que Marx realiza sobre la actividad humana y las causas generales de la historia. Continuar leyendo

El «estado natural» y el progreso en la historia. Hegel

John Gast (1842-1899): "El Progreso Estadounidense". Expone ingenuamente a Estados Unidos realizando, con su expansionismo, un “designio especial del cielo”. Así se justificó la guerra contra México para extender las “fronteras de la libertad”, excluyendo de esa tarea a los nativos americanos y a la gente de origen no europeo.

John Gast (1842-1899): «El Progreso Estadounidense». Expone ingenuamente a Estados Unidos realizando, con su expansionismo, un “designio especial del cielo”. Así se justificó la guerra contra México para extender las “fronteras de la libertad”, excluyendo de esa tarea a los nativos americanos y a la gente de origen no europeo.

1. El hombre en el estado natural

Hegel explica la marcha histórica del hombre como una tensión superable entre lo individual y lo universal y, asimismo, entre lo inmediato y lo mediato.

La primera etapa en que se dibuja el «estado natu­ral» del hombre acontece tan pronto como el espíritu humano se despega incoativamente de la naturaleza animal para tomar conciencia de sí mismo; pero de modo que ésta no se despierta totalmente; por lo que el espíritu sólo existe ahí de forma virtual o poten­cial.

Conviene advertir que la plena conciencia del espíritu se muestra como un estado desgarrado, lleno de escisiones o contradicciones: la razón se opone a la sensibilidad; la libertad, con su infinitud virtual de aspiraciones, se opone a las tendencias sensibles, cir­cunscritas a estrechos límites, individuales y egoís­tas. Lo infinito y lo finito se contraponen así en la conciencia; una conciencia desventurada o desgra­ciada que, de un lado, siente fácticamente deseos limitados y con­tingentes, mas, de otro lado, se encuentra lanzada a un nivel superior, a lo universal.

Pues bien, el «estado natural» del hombre es aquél en que el sujeto no conoce todavía las escisiones y vive de un modo se­reno o placentero, pero inconsciente, con todo lo que existe. Continuar leyendo

¿Progreso humano hacia la religión de la razón?: Lessing

Gotthold Ephraim Lessing (1729 -1781) fue quizás el escritor alemán más importante de la Ilustración europea, influyendo con sus dramas y sus ensayos filosóficos en la evolución del pensamiento alemán.

Gotthold Ephraim Lessing (1729 -1781) fue quizás el escritor alemán más importante de la Ilustración europea, influyendo con sus dramas y sus ensayos filosóficos en la evolución del pensamiento alemán.

1. El sentido del curso histórico

“Sí, llegará ciertamente el tiempo de la plenitud, cuando el hombre,  completamente identificado su entendimiento con la idea de un futuro siempre mejor, no considere ya necesario tomar de prestado este futuro y se mueva por sus propias accio­nes […] Llegará ciertamente el tiempo de un Nuevo Evangelio Eterno (“neuen ewigen Evangeliums”), que ya fue prometido en los libros elementales de la Nueva Alianza. Incluso ciertos visionarios (Schwärmer) de los siglos XIII y XIV habían ya sido iluminados por un rayo de este Nuevo Evangelio Eterno; y sólo se equivocaron en anunciar como algo próximo su adveni­miento. De modo que su triple edad del mundo no era una fantasía necia; y por cierto, no estaban mal orientados cuando enseñaban que la Nueva Alianza debía quedar tan anticuada como la Vieja. Ellos expresaban  la misma y eterna economía del mismo Dios. O, hablando en mis propios términos, el mismo plan de la educación del género humano” (Die Erziehung des Menschengeschlechts nº 85-88).

Estas palabras fueron escritas a mediados del siglo XVIII por Lessing. Educado en el seno de una familia protestante, comenzó estudiando Teología; pero su verdadera vocación estuvo en las letras y también en la filosofía. De hecho los escrito­res que inmediatamente le siguieron, siendo en parte contemporáneos suyos (Kant, Goethe, Schiller, Schlegel, Fichte, Schelling y Hegel) son impensables sin su estética, su estilo y sus ideas. “Por primera vez en Alemania  –dice   Thomas Mann– se corporifica el tipo europeo del gran escritor que –con su palabra libre, brillante, superobjetiva– se con­vierte en formador y educador de su nación” (Thomas Mann, Zu Lessings Gedächtnis, 1929). Es un forjador de ideas y de espíritus. Y aunque su filo­sofía provenga de Leibniz, brilla en un orbe nuevo de hu­manidad histórica. Entre sus obras principales de crítica y creación literaria deben ser cita­das: Laokoon, o sobre los límites entre la Pintura y la PoesíaDramaturgia de Hamburg, Nat­han, el sabio, … Pero significativas para su Metahistoria son: Die Erziehung des Menschengeschlechts (Erz.), Die Religio Christi (Rel.), Das Christentum der Vernunft (Chr. ), Über die Entstehung der geoffebartes Religion (Entst.), Einwände zu den Frangmenten eines Ungenannten (Fragm.).

Las palabras arriba citadas continúan y culminan el planteamiento de un monje del siglo XII, Joaquín de Fiore. En ellas se afirma, en primer lugar, una tesis básica del progresismo general de la Ilustración europea, a saber: que en el futuro se dibuja una época de plenitud y perfección; y, en segundo lugar, que esta época es la del Evangelio Eterno, preconizado por el joaquinismo: dicho Evangelio es una revocación del Viejo y del Nuevo Testamento. Con esta segunda afirmación, Lessing supera por cierto el carácter trivial y mecánico de la Ilustración francesa. Continuar leyendo

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