Etiqueta: prudencia

Ninguno es eminente en todo

Velázquez : “El aguador de Sevilla” (1620). Un anciano aguador vestido con un capote pardo ofrece a un muchacho una copa de cristal llena de agua, El aguador apoya la mano en un cántaro grande de cerámica, en cuya superficie rezuman algunas gotas de agua. El anciano aguador más parece letrado que inculto; o es más de lo que parece.

Velázquez : “El aguador de Sevilla” (1620). Un anciano aguador vestido con un capote pardo ofrece a un muchacho una copa de cristal llena de agua. El aguador apoya la mano en un cántaro grande de cerámica, en cuya superficie rezuman algunas gotas de agua. El anciano aguador más parece letrado que inculto; o es más de lo que parece.

Sepa cada uno en lo que vence; y logre su talento allí: que no puede dejar de ser cordura obrar sólo en lo que entiendes, ocultando en lo demás tu imperfección.

Mientras está el cántaro dentro del agua no se le conocen las quiebras; en saliendo de ella, todas se ven.

Basta una eminencia en lo grande, para dorar muchas faltas en lo poco; y en lo poco muchas eminencias, no prueban una eminencia en lo grande.

Ser algo en lo mucho, ya es mucho; y ser mucho en algo, no es más que algo. Perfecto en todo, nadie lo fue: pero lo parece en más el que da a conocer en menos su imperfección.

Gran cordura es saber uno conocer su ventaja; y lo es doblado, saberse mantener en ella. En todos los elementos casi, logra su actividad el fuego: pues el aire lo aviva; y en la tierra se ceba; mas no se meta en el agua, que sin duda perecerá.

Conozca, pues, cada uno su esfera; y en ella hable y obre: mas no eche el pie en ajenas jurisdicciones, si no quiere haber de retirarse con desaire.

Textos seleccionados de la obra de Francisco Garau,
Máximas políticas y morales (Barcelona, 1702),  pp. 47-54

Memoria como experiencia de la vida

Salvador Dalí: "La persistencia de la memoria" (1931). Una expresión surrealista de la memoria y el tiempo.

Salvador Dalí: «La persistencia de la memoria» (1931). Una expresión surrealista de la memoria y el tiempo.

Memoria y experiencia

En una entrada anterior preguntaba qué ocurriría si memoria y olvido estuvieran desgajados de lo real. Pregunto ahora si desde el punto de vista de la integración moral de la persona no sería preferible dejar en el olvido también las buenas cosas que hacemos: pues mientras ocupan la memoria, están quizás imposibilitando el crecimiento personal.

Porque cuando olvidamos o cuando recordamos, tanto la memoria como el olvido responden a un interés profundo de la persona, siguiendo un dinamismo integral, un sentido de valores, un principio que permite la unificación real de la personalidad.

En fin, parece claro que si bien recordar y olvidar son en sí mismos actos naturales, la explicación realista, presente también en el estoicismo, conectó a estos actos una intención moral, una relación personal, la cual desemboca en el influjo o acción práctica que la voluntad humana ejerce sobre esos actos, con un cierto dominio directivo[1].

Ciertamente el hecho de olvidar el mal que nos acaece es a veces un buen signo de salud moral y personal; pero ¿es asimismo un signo de buen estado moral y personal el olvidar el bien que hacemos? Eso depende de lo que sea necesario y valioso recordar. A Erasmo de Rotterdam  (1469-1536) se le atribuye una expresión sobrecogedora: “El colmo de la estupidez es aprender lo que luego hay que olvidar”. Estoy de acuerdo: y esta podría ser la fórmula magistral para que los políticos acuerden una buena ley de educación. Continuar leyendo

¿Qué significa la veracidad?

Stevens Alfred  (1817-1875): “La verdad y la falsedad”. Grupo escultórico espléndido y audaz, con mucha grandeza y vigor. La verdad está urgiendo a que la falsedad se coma sus palabras.

Stevens Alfred (1817-1875): “La verdad y la falsedad”. Grupo escultórico espléndido y audaz, con vigoroso diseño: La verdad está urgiendo a que la falsedad se coma sus propias palabras.

¿Veracidad o mala fe?

La veracidad, según Jean Paul Sartre, sería la concordancia de lo que el hombre piensa o dice de sí con lo que realmente es. Esta definición tiene cierto parecido con la formulación clásica de la verdad (correspondencia del pensamiento con la cosa); pero sus presupuestos son distintos.

El postulado más básico de Sartre está en su obra El ser y la nada, donde afirma que el hombre es incapaz de veracidad, porque su estado original es de mala fe (mauvaise foi). De modo que si intentara la veracidad, ello sería un signo inequívoco de mala fe. Para aclarar esa extraña tesis, Sartre dice que el hombre no tiene un “ser fijo” y permanente con propiedades concretas. El hombre no es un ser “fijo”, sino una “tarea” de hacerse a sí mismo libremente. La tarea de existir no es, pues, cómoda ni se apoya en una naturaleza previa y consistente; por lo tanto, la vida de cada cual exige un doble esfuerzo: el valor de no caer en un ser fijo, y el coraje de inventarse continuamente. La gran tentación que el hombre sufriría es la de gravitar plácidamente en un ser suyo ya dado; y si acepta esa tentación queda atrapado en una existencia falsa e inauténtica. Si el hombre es un quehacer, una tarea de existir, pero acepta a la vez que hay en él una propiedad concreta y firme (y por tanto “estacionaria”, inamovible), está operando de mala fe, pues se “cosifica” en vez de captarse a sí mismo en su ágil y móvil libertad. La pretendida veracidad (decir algo real y permanente) ocultaría el auténtico existir (fluido, inestable, discontinuo). Continuar leyendo

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